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Conversar con este caballero después de una victoria más del Sevilla fue lo mejor de mi día. El Maestro estaba sonriente en el pasillo que conduce a la sala de prensa que lleva su nombre: José Antonio Sánchez Araujo. Enfrente su mural. En él dos frases que gritan ser leídas.

“Una prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad, la prensa nunca podrá ser otra cosa que mala.”
Albert Camus

“En el fútbol no se puede elevar nada a definitivo.”
José Antonio Sánchez Araujo

Yo no sé demasiado de fútbol. Sólo aquello que en la niñez me enseñó mi padre frente a la tele. Quizá porque a sus dos hijos varones no les interesaba lo más mínimo el césped gris, por aquel entonces, de la pantalla. La pequeña Pili era el último reducto de compañía para animar a su equipo, supongo. Aquella época de “Soberano… con los hombres…” que tantas náuseas provocaba en los seiscientos a los niños de mi quinta. Aquel “Manolito, dale al botoncito, toldos y carpas Quitasol” en la voz de este hombre que sigue siendo imitado en La Cámara de los Balones.

Pues mi padre volvió a encender su transistor para ver nuestro partido bajando el volumen del televisor. Ahí lo tenía. Al Maestro.

Sus anécdotas son entrañables como él. Y tan simpáticas como su sonrisa. Aquella que cuenta en San Petersburgo cuando Casa Robles traslada para el Sevilla 1.500 kilos de comida y los cocineros rusos descuartizan un jamón y una merluza por desconocimiento. Imagino las caras españolas. Y anda que los estómagos…

Y su preferida al jugársela con sus oyentes ante un tiro de penalti de Diego. La televisión de su habitación del hotel se apaga en el crítico momento ante la falta de monedas, que habían calculado mal, por no contar con prórroga y penaltis, ¡zas! Los imagino hasta dando golpes en su lateral como era costumbre en la época. Tuvo que inventar un largísimo gooooooooooooo de confianza hasta que le confirma que era cierto, a gritos desde el pasillo, un compañero que corría a la televisión del bar de abajo y volvía a subir dando la información certera. Sólo entonces añadió la L. Olllllllllllll!!!!!!: “Salvé milagrosamente la situación y mi cabeza, porque no sé qué hubiera pasado si Diego hubiera fallado aquel penalti, no se lo deseo ni a mi peor enemigo.”

Trabajar en la radio 44 temporadas da para mucho. Tanto como para su libro, Los viajes de Araujo. Y eso es lo que me llegó al tenerlo delante. Un hombre de trato cariñoso, afable, vivido… Eso que en Aragón llaman rocero. Su voz radiofónica quedó en segundo plano por primera vez en mi vida y le pedí esta foto de su imagen. Después me llevé su abrazo. Un regalo. La satisfacción de saber que al menos a algunos de nuestros mayores se les da su sitio en vida.
Gracias, Maestro. ¡Salud y suerte!