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Francisco Rivera ha toreado con su niña. Según él, una tradición familiar. A mí no se me ocurre cómo defenderlo, la verdad. Bueno, algo se me ocurre pero no voy a ser yo la que diga algo que los demás no quieran oír. Sólo faltaba en estos tiempos de demagogia… Además va a actuar el Defensor del Pueblo Andaluz y del Menor. Hasta el ministro Alonso. Los mismos que ven cómo embargan sus casas a menores dejándolos en la calle. También será por culpa de sus padres, claro. Esos padres malos que no encuentran trabajo. Tan malos que los abandonan para irse a trabajar a La India, a África, a Sudamérica… Qué horror de padres. Y yo también abandono la ironía, porque en el fondo me da asco escribir así. Tanto como esta demagogia que es lo único que nos va quedando. ¿Hablamos de protección del menor o de toros? La hipocresía en España está llegando a los límites de hasta ser creída. Hablen claro, señores o señoras. Que hasta lo van a acusar al final de violencia de género.
¿Por qué no hacen nada con los castells, tradición catalana desde el siglo XVIII? Al niño o niña que corona el castillo se le llama enxaneta. El ángel, parece que significa. Más vale que tenga alas. Alguno no tuvo y se mató.
O con los niños funambulistas sin red, o con los que ponen delante de un tigre, o cazando cochinos en el campo, o en carreras de motos desde la tierna infancia… tradiciones de papá o mamá. Y sin comparación, por supuesto, con las ablaciones de clítoris que se realizan en España a niñas por tradiciones religiosas. Ah, y la rica que llevó al Congreso a su bebé. Eso sí que fue ponerlo en los “medios”. Anda, pero… ¡si estamos hablando de todo esto! ¿Seguimos con la demagogia o hablamos de toros? La segunda acepción de demagogia es: “degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder”.
Pues dejémonos llevar. Demos al pueblo lo que quiere oír, digamos y alcemos cualquier tema en el que la plebe se pueda desahogar. Ahorquemos al cartero y así el remitente pasará desapercibido haciendo sus fechorías. Un buen entretenimiento distrae e impide pensar. Dicen que hubo cuarenta años en los que el fútbol y los toros fueron las armas de la dictadura. Y ahora nos meten hasta la bola el estoque de la demagogia. La dictadura de la demagogia.