Creo que hoy deberías callarte. Me molesta tu voz tan segura y tan llena de razones. Me molestan tus movimientos, esa manera de contonearte. Déjame hoy poner el vaso mojado encima de la mesa de madera, déjame arrastrar los cordones de mis botas sin atar, desordenar el armario hasta no encontrar nada, marchar sin un adónde ni hasta cuándo. Hoy no lo sé. Hoy voy a hacer de nuevo aquel bizcocho sin levadura, aquel que acabó en la basura. Me encantó olvidarla. O quizá me arriesgue a pasear mientras llueve. Qué cosas se me ocurren…
Pero tú sigues y sigues sin parar. Ahora verás. Ya verás lo que hago con tu tranquilidad. ¿Cómo dices que te llamas? Hoy no fue un placer conocerte, Conciencia.
¡¡¡Cállate!!!